domingo, 15 de septiembre de 2013

[Dédalo de Escher]: Las venas de la ciudad.

Nadie sabe más de odiseas urbanas que el que atraviesa diariamente la ciudad de México en el metro; ese espacio público por antonomasia y sitio de encuentros y desencuentros, cuyos nombres de estaciones hacen aún más mítica la travesía: quien haya ido del lugar de las varas (Tacuba) al sitio de la serpiente de agua (Mixcoac), o quien sobreviva a una excursión por el tártaro atestado de mortales que lo único que quieren es llegar a cualquiera de las otras tres líneas que convergen en el legendario sitio junto a las banderas (Pantitlán), y de ahí partir a otro camino menos complejo, más humano, más cotidiano, sabrá de lo que hablo. O peor aún, no conozco trayecto más proverbial que aquel que comienza  afuera de este transporte,
en su primo hermano con aspiraciones burguesas, conocido como “el suburbano”. Esto lo entinende quien alguna vez al menos haya salido del lugar junto al bosque (Cuautitlán), sitio mágico y distante de las avenencias centralistas reflejadas en la frase atribuida a la  Güera Rodríguez:  “después de México…”; atravesado todo el camino al norte de la ciudad, aquel que describe Fernando Delgadillo en múltiples canciones, llegado a la vieja estación de tren, ahora convertida en un centro comercial, feria eventual de artesanías y espacio cultural donde pocas personas se detienen a leer, descansar o simplemente contemplar el flujo de más personas quienes dan muestra dela migración que sufrió la ciudad tras el terremoto de 1985; cruzar el pasadizo que te lleva a ese otro lugar donde comienza  una nueva aventura,  ahora sin tantas aspiraciones, cuyas estaciones dan muestra de la paradoja histórica de México; línea donde conviven Guerrero y Morelos, Héroes y estados, o aún más contradictorio, Romero Rubio y Flores Magón. De ahí partir hasta el  hediondo Guerrero, claro, si no conoces la ruta alterna, transbordar a la correspondiente línea 3 y cruzar la ciudad en los emblemáticos trenes construidos en el norte del país, llegar a Copilco y de ahí caminar en dirección a CU, no sin antes comer unos hochos para mitigar el hambre y bajarlos con refresco. El que conozca esta ruta de Cuautitlán a Copilco, y quien la atraviese, aunque sea una vez a la semana, merece mi respeto, pues sabe administrar su tiempo y no pierde la cabeza en el encierro junto a otros que probablemente ni siquiera lo noten. Por ello es un espacio público donde rara vez se convive aunque comúnmente se interactúe.

Cualquiera que no lo conozca creerá que exagero al decir que es un tianguis que se mueve entre las venas de la ciudad, que rechina con la nostalgia de la música urbana que en otro tiempo fue un éxito y ahora tiene el único mérito de amenizar las bodas y los bautizos, o aquel otro género, que dice reivindicar nuestro idioma y que recuerda  las primeras pláticas de borrachos y las convivencias pueriles que no volverán; como el tiempo de ocio en el que bebíamos a altas horas de la noche afuera de un carro, hasta que la patrulla que la vecina exigió por tercera vez en el teléfono, enviada por un comandante igual de teporocho que los implicados, llega para hacer un escándalo mayor y provocar la graciosa huida  o hace que los presuntos alteradores del orden escondan la botella entre los pastos. Quien no haya bailado la sopa de caracol o el baile del perrito, o bien se haya desgañotado cantando la célula que explota o la chispa adecuada a las tres de la mañana no entiende de lo que hablo, y tal vez sólo ría mientras escucha esta apología de la salsa, cumbia, merengue y  rock en tu idioma. Así es el metro; un lugar de eterno vagar aunque tenga muy bien definidos sus destinos. Uno no sabe hasta dónde lo llevara el próximo recuerdo desprendido de una canción que tarde o temprano terminará por reventar los tímpanos de los transeúntes.

Me quedé de ver con Daniela en CU, donde ella estudia y yo no me atreví, por no volver cotidiana la eterna travesía de la que hablo. Salí de clase y todavía me tomé el lujo de esperar media hora, “para hacer tiempo”. En el paradero abordé el microbús donde las charlas de otros me resultan aburridas y fútiles al tiempo que llego a la conclusión que la súperespecialización nos impide comunicarnos entre seres de otros gremios; a menos que hagamos un enorme esfuerzo por no creer que nuestro oficio es el centro del universo, como el imbécil de políticas que venía hablando en el trayecto.

Ya en el metro, los cuatro caminos se llenaron de usuarios que, al ritmo de una eufonía del caos, caminaban sin sentirse observados por este humilde estudiante que intentaba atravesar la ciudad. Abordé el tren de mi izquierda, aunque supiera que iba a salir después, como si no tuviera prisa. Al iniciar su camino, comencé de nuevo a observar a la gente, pero en esta ocasión me fue más difícil puesto que los otros van más atentos y te miran a la vez con suspicacia. Al llegar a Tacuba, transbordé rumbo a Barranca del Muerto, que José Emilio Pacheco inmortalizara en un poema  bastante cursi. Al abordar el tren, un niño que jugaba entre dos asientos, fue exhortado por su madre a que ocupara sólo uno y me cediera el restante. Así fue, y cuando me hube listo para iniciar de nuevo mi contemplación de la realidad en el STC, el niño me dijo: “¿Quién eres?”, sólo contesté, recordando el sketch de “la gallina dijo Eureka” de Les Luthieres: “una persona más que utiliza este medio de transporte para llegar a su destino” repuesta que desde luego no le satisfizo, pues preguntó: “¿y cómo te llamas?”, su mamá sólo me miró con cara de “si quieres no le contestes”, pero decidí darle la vuelta a sus cuestionamientos: “¿Cómo te llamas tú?”, le pregunté: “Lalito”, respondió y comprendí que lo único que quería era mitigar el tedio haciendo una charla amena con el desconocido que minutos antes lo había despojado de la mitad de su lugar. “Yo me llamo Pepe”, le dije, con el nombre que nunca utilizo por ser el más trivial y el cual sólo permito utilizar mis amigos y a los niños, pues les inspira confianza por ser la aliteración de una de las primeras sílabas que aprenden a pronunciar.

Me ofreció un chicle y como no soy maleducado, se lo recibí y lo ingerí, a cambio le di de mis cacahuates que había comprado desde Cuatro Caminos y que apenas empezaba a comer. Los tomó, miró a su mamá, y ésta, al ver que le daba de los que yo comía, aprobó el intercambio y el niño comenzó a ingerirlos. Le pregunté que a dónde iba, y de nuevo volteó a ver a su mamá, ella le señaló que me dijera “a Polanco”, y así lo hizo. Me miró y para hacer más profunda la charla me dijo: “¿y eres todavía tú?”, pregunta que desde luego me sorprendió y aunque la señora le conminara: “ay, qué preguntas” tal vez pensando que ésta carecía de algún sentido, yo me quedé impresionado por la capacidad intelectual del chamaco y sólo alcancé a responder: “Sí... creo.” En San Joaquín su mamá le indicó que ya iban a bajar, que se despidiera y a él se le ocurrió una manera ingeniosa de hacerlo: “Mis chicles”, me dijo, estirándome la mano. Ella y yo, apenados, sólo nos miramos, al igual que todos los que iban en esa parte del vagón, mientras yo le decía que ya lo estaba mascando, pero que, a cambio, le daba el resto de mis cacahuates. Se puso el sombrero que traía colgado al cuello, me observó y dijo, “bueno” y su mamá me miró más apenada; yo sólo reí al ver saldada mi deuda y le entregué  la botana al escuincle, él se volteó, esperando a que se abrieran las puertas del vagón, pero su mamá, aún abochornada, le volvió a decir: “despídete”, pero ahora el niño comenzó a saltar y a decirme “adiós, adiós, adiós” mientras movía sus manos de un lado a otro y era sostenido de la cintura por su madre. Al abrirse las puertas, descendieron del vagón y yo me rencontré con mi objeto de estudio; aunque ahora era yo el observado, por lo que sólo apliqué la típica sonrisa que hace voltear a la gente hacia otro lado, o es correspondida con una mueca similar.

A mi izquierda descubrí un prototipo que comúnmente veo en el metro y que me hizo recordar (una vez más) viejos tiempos. Se trataba de un pre-púber (doce años, aproximadamente) que buscaba lugar en el vagón acompañado de su hermano menor, como de diez. Su postura, sus hombros bajos, sus gestos y su comportamiento en general, denotaban inseguridad, seguramente provocada por una imagen paterna fuerte y tal vez autoritaria, presente en ese momento, y un espíritu algo débil o baja autoestima. En cambio su hermano menor,  un poco más despabilado, se sentó con toda tranquilidad enfrente, mientras yo observaba los gestos de su hermano, quien me hizo recordar los días en que el mío, nuestro padre y yo íbamos “al centro”; en ocasiones, con un hermano adoptivo. Mis conclusiones a tal observación quedaron confirmadas cuando su padre le ordenó que se sentara y él obedeció, a pesar de que un instante antes no lo quisiera hacer cuando su hermano le había ofrecido el asiento disponible varias veces.

Se bajaron en Mixcoac, donde supongo, transbordaron hacia la línea 12. Yo decidí llegar a Barranca y tomar el camión que sale rumbo al estadio de CU, y así lo hice. Al salir de vagón me dirigí a la entrada de la estación para tomar el transporte que me llevaría a mi cita con Daniela. Para entonces, algo en mí había cambiado, aunque en esencia siguiera siendo el mismo: Aquella pregunta formulada por un niño en las venas de la ciudad había creado una sensación de duda tal, que desde entonces me pregunto todas las mañanas al despertar: ¿Todavía seguiré siendo yo o habré cambiado y ni cuenta me habre dado?

Tal vez algún día resuelva semejante misterio.

martes, 20 de agosto de 2013

[Dédalo de Escher] Las paredes hablan

La “pasada” de cal se secaba en la pared cuando llegaron los guardianes del orden a interrumpir la pinta. Aquellos tres policías pedían a los jóvenes parar lo que estaban haciendo. Desde luego que en ese preciso momento los miembros de Acción Poética no hacían más que esperar a que la barda quedara lista para empezar los trazos, así que los señores justicia no habían tomado a los graffiteros in fraganti sino en el descanso, además había un permiso por escrito y a nombre del dueño de la barda para que ésta fuera pintada con una de las tantas frases motivadoras y de reflexión que circulan por las redes sociales. Del muro físico de algún buen tipo que presta su pared, al muro digital del facebook, las colaboraciones de Acción Poética han sido sumamente criticadas por los lectores apocalípticos y ortodoxos; aunque también son elogiadas por algunos integrados y aficionados.

Aquella necedad por parte de las autoridades era más que un choque generacional: los oficiales no intentaban entender razones y “de la manera más atenta” solicitaban a los muchachos que dejaran de pintar, o serían remitidos al ministerio público y deberían pagar una exorbitante multa, o en su defecto, tenían que ir a aclarar la situación ante el juez conciliador, a pesar del permiso por escrito por parte del subdelegado del COPACI (Consejo de Participación Ciudadana) de la colonia. Lo que querían los policías (arguyendo que sólo seguían instrucciones) era que la autorización de la pinta tuviera un sello por parte del Consejo antes referido. Mientras los oficiales se retiraban haciendo hincapié en que volverían para revisar que todo estuviera en regla, la persona que consiguió la barda fue a ver al dueño para que autorizara de nuevo la pinta. Cabe señalar que esta no es la primera vez que los miembros de Acción Poética EdoMéx son amedrentados por la Secretaría de Seguridad Ciudadana de este municipio.
Lo más lamentable es que a tan sólo unos metros de donde está la barda que iba a intervenir Acción Poética se encuentra una pinta de aquellas que aparecieron de la noche a la mañana en Cuautitlán Izcalli, reflejando las disputas entre dos grupos de poder del municipio que tratan de controlar las rutas del transporte público y que muy probablemente no fueron autorizadas por ninguna persona. En ese sentido, creemos que era más legítima (sencillamente por el mensaje que buscaba transmitir) la frase de “Mahatma” Gandhi: “Tú debes ser el cambio que quieres ver en el mundo” que la patética “FUERA ANTORCHA DE IZCALLI”. Si de algo puedo estar seguro es que los habitantes de este municipio que transitan todos los días por la avenida primero de mayo preferirían leer una frase emotiva de un movimiento cultural apolítico que intenta llevar la palabra (literalmente) a las calles, antes que una consigna de odio entre grupos corruptos adheridos al mismo partido y que miden sus músculos políticos ante la autoridad.
Por lo tanto no debe ser aceptable que el gobierno municipal persiga de tal manera a un grupo de chavos que lo único que buscan es expresarse en las bardas públicamente y a través de medios legales (la solicitud del espacio al propietario del mismo) en lugar de reprender a sus esquiroles por adueñarse de los espacios públicos para fines detestables per se (controlar el tan codiciado monopolio del transporte del que ya hemos hablado en este blog). Por otro lado, los policías deberían vigilar que no se cometan más secuestros, robos con arma de fuego y demás delitos que le atañen, no convertirse en el nuevo tribunal de las buenas costumbres y la defensa del honor y la familia.
Por último, debo denunciar que hace unos días, la barda de la que hablo fue de nuevo pintada con cal y “rayoneada” por alguien que claramente no es un “graffitero” –y menos aún pertenece a Acción Poética EdoMéx. Esto se deduce por el tipo de trazos que se hicieron y por la propia cobertura de cal. Es bastante obvio que los responsables tuvieron el mismo tiempo que los de Acción Poética en cubrir la pinta y no fueron remitidos por alguna autoridad, a pesar de que éstos otros no contaron con el permiso del propietario de la barda. Así que el que esto suscribe exige que los compañeros artistas de Acción Poética dejen de ser amedrentados por la autoridad y se les permita seguir con su contribución a la cultura local, aunque no estén suscritos en los grupos beneficiados políticamente por el ayuntamiento.


lunes, 19 de agosto de 2013

[Dédalo de Escher] Presentación.

En un mundo lineal, monótono, repetitivo y por lo tanto, aburrido como lo es el nuestro,  en el que el espíritu decrece y perece lentamente ante la amarga realidad en la que vivimos, es necesario en ocasiones tomar otros caminos para evadir, temporalmente, la resaca que nos provoca la vida cotidiana.
Y aunque cada cosa que vemos, cada ente que palpamos en dicha realidad es la muestra irrefutable de cómo se va transformando nuestro entorno y va cambiando el significado de las cosas que tenemos a la mano, también nos corresponde contribuir de alguna manera a transformar dichos significados.
En esta sección hablaré de la realidad cultural de nuestro entorno y sobre todo de los nuevos significados que van adquiriendo  cosas tan comunes como las pintas en las bardas, los viajes en el metro, los nombres de las calles… la cultura misma en su totalidad, con el deseo de preservar el presente a la posteridad.

Acompáñenme a conocer ese dédalo de Escher que es la cultura, donde todo se entrelaza y no hay cabos sueltos.

jueves, 1 de agosto de 2013

[Crítica] El vuelo de la Reina

Hay una cierta peligrosidad al leer una novela que tiene trasfondo histórico. La más común es creer que la ficción cuenta la realidad. Muchas novelas históricas realmente son situaciones actuales con algunos retoques de nostalgia, fechas, lugares comunes y edificios corroídos por el tiempo.
Pero, cuando analizamos las obras serias, ya sean las escritas en su tiempo o las actuales con bases confiables, fidedignas, podemos extraer muchísima información si sabemos exprimir con toda fuerza el contexto histórico.
 “El vuelo de la Reina” de Tomás Eloy Martínez, por ejemplo, cuyo fondo es una Argentina corrompida y decadente, relata la obsesión enfermiza de Camargo, periodista veterano y ambicioso que se enamora de Reina, una joven que inicia en el periodismo. El trasfondo histórico es el declive del régimen menemista, que es, guardando las distancias, muy similar al periodo de Carlos Salinas de Gortari: el viraje repentino a lo que hoy conocemos como neoliberalismo.1
La trama va por dos vertientes: la primera consiste en registrar la obsesión, el voyerismo de Camargo sobre la jovencita Reina Remis; la segunda, contar la degradación de la política argentina (el episodio del presidente y las apariciones, la ironía desatada contra las figuras del poder y , sobre todo, el peso que tiene el cuarto poder sobre el gobierno)
Podemos ver la tragedia pintada de sátira, la Argentina postrada por culpa de sus políticos, desde el primer capítulo. La desesperación por no hallar salida a la situación política:

- Pasó algo trágico, Doctor- le dijo-. Habíamos impreso ya la mitad de la edición cuando nos avisaron que se mató el senador Valenti.
-  ¿y usted qué hizo?
- Lo que pensamos que usted haría, doctor. Parar la tirada (...) la viuda lo encontró de rodillas, al lado de la cama, con un tiro en la boca. No dejó ninguna carta. Eso es lo que dicen.
Por fin alguien tenía un gesto de dignidad. La Argentina estaba enferma hasta los huesos. Pero una sola muerte no cambiaría el orden de las cosas.2

El poder estatal a la vez que es ridiculizado con el episodio del presidente-monje, también es criticado por su refugio en la religión y en la creencia de que un golpe de timón tan radical atraería las simpatías de un populacho cada vez más enardecido.
Algunas de las novelas de Martínez- como él mismo lo señala, y es punto capital de esta breve exposición- son una mentira. Pero una mentira justificable que desnuda al sistema corrupto y corruptor, de allí que “El vuelo de la Reina” muestre, además de la historia alrededor de la obsesión por una mujer, la decadencia moral y política de la Argentina Menenista.3
La personalidad misma de Camargo muestra a un ser profundamente celoso, inestable, que está profundamente ligado a toda la situación política de la novela: no puede creer en la verdad, no existe tal cosa. Para él, Reina es una infiel a pesar del control férreo que tiene sobre ella. La situación con la Argentina es similar: no hay control sobre el país.



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1.- Castiglioni Franco,” Argentina. Política y economía en el menemismo”, en Nueva Sociedad Nro. 143 Mayo - Junio 1996.
2.- Tomás Eloy Martínez, El vuelo de la reina, México, Ed. Alfaguara-La Jornada, 2009, p. 31.
3.- Marcelo Coddou, Ideología y política en la obra narrativa de Tomás Eloy Martínez, Drew University, Hipertexto, 2008, p. 75




[Opinión]: Técnica y Mecánica:


Los platos rotos del transporte público, en el Estado de México… los pagas tú.



[Manuel Romero*]


Los malos usos y costumbres, parte indisociable del servicio público (según parece)


Era el mes de febrero, a inicios de este año, y un rumor se esparcía como la pólvora: el posible aumento a la tarifa mínima del transporte público en el Estado de México. Aunque, en aquel entonces, el Vocal Ejecutivo del Instituto del Transporte del Estado de México, Iván Lugo, declaró que el estudio anual de la Comisión Revisora de Tarifas no sustentaba la petición de los transportistas.

A inicios de la semana pasada, dos meses después, el titular de la Secretaría del Transporteanunció que en mayo se dará a conocer el incremento de dicha tarifaque actualmente es de $7.00. Cabe destacar, además, que los transportistas del Estado habían anunciado un paro de labores, mismo que fue cancelado.


Y aquí, es donde la puerca torció el rabo. 



¿Por qué diablos es tan caro el transporte público en el Estado de México y por qué a mí, a ti, a ella, a él, a nosotros, a ustedes y a ellos, “no nos sale”?


Entre los argumentos esgrimidos por los transportistas están principalmente el incremento a los combustibles e insumos en general, además de su “baja rentabilidad”, claro.

Formalmente, el precio de la tarifa mínima vigente en el Estado de México se determina a partir de los elementos o categorías que establece el Reglamento del Transporte Público y Servicios Conexos del Estado de México, que son: sueldos y salarios, combustible, lubricantes, mantenimiento preventivo y correctivo, llantas, reparación de carrocería, seguros de responsabilidad, impuestos y derechos directos, gastos de administración, depreciación de equipo, utilidad y fondo de liquidación personal. ¿Se cumple con ellas? (La calidad del servicio es otro cantar).

Sin embargo, bien cabría reflexionar qué gastos son imputables directamente a la prestación del SERVICIO PÚBLICO –concesionado o permitido— de transporte público, y que finalmente somos los usuarios quienes terminamos pagando.

Es claro que el incremento a los precios de los combustibles (diesel o gasolina) afecte directamente a los concesionarios o permisionarios, pues, este es su insumo “básico”; sin embargo, si los concesionarios o permisionarios han visto decrecer la rentabilidad del negocio quizá las causas estén en otro lado. 

Por ejemplo, prácticas que a nadie escapan como: “corretear el pasaje” o darse “picones” con el compañero de ruta, los intervalos de salidas mal planeadas, es decir, una relación oferta-demanda y el consumo necesario de combustible para una “demanda” no necesariamente existente durante el trayecto; mala planeación de rutas y, no respetar lugares designados para ascenso y descenso de pasajeros; lo que generalmente causa que no mantengan una velocidad moderada o que constantemente estén frenando y acelerando, lo que, a su vez, genera un consumo mayor –ineficiente e innecesario— de combustible. Además, claro, un mayor desgaste del motor, llantas, frenos, etc. (GASTO QUE, SÍ ¿NOSOTROS DEBEMOS CUBRIR?). Y, por otro lado, la nula capacitación de los conductores en el fino arte del volante e ignorar la diferencia entre un motor a gasolina y uno a diesel, o “volarse” los topes, “echar lamina”, no respetar los semáforos y procurar los baches; esto, en consecuencia, genera un desgaste a los vehículos en fin, como dije, estas prácticas a nadie escapan y, al mencionarlas, no intento dar con el hilo negro del tema, sino verlo desde otra perspectiva: la técnica y la mecánica. 


y ello, la necesidad de adquirir refacciones (o eso SUPONDRÍA…


En conclusión, la solución no está en incrementar la tarifa, sino regular el transporte, incluso en una mejor planeación urbana, en una mayor y real participación de las autoridades municipales y de los usuarios, en una verdadera capacitación de los conductores, en acotar el poder fáctico que hoy constituyen las organizaciones de transportistas. No olvidando que los usuarios también debemos asumir responsabilidad haciendo un uso adecuado de este servicio. 

Sin duda, este argumento da para más, pero sólo soy un pequeño cafre al volante que habla desde la experiencia.  Por último, último, último, bien valdría la pena hacerle unas modificaciones a los reglamentos vigentes en la materia, ya saben, por aquello de “las reformas que el Estado de México necesita”. ¡Vamos a mover al Estado de México!, pero con un mejor servicio de transporte público, porfas.

Mayores referencias: Periférico norte (Mundo E), Calzada Ignacio Zaragoza y Vía José López Portillo (entre otras). Los reglamentos que pueden consultar: Reglamento del Transporte Público y Servicios Conexos del Estado de México, Reglamento Interior de la Secretaría de Transporte y Reglamento Interno del Instituto del Transporte del Estado de México.

[*Manuel Romero es Licenciado en Derecho y conductor-cafre (como afirma en este artículo]

[Danza] ¡A ritmo de pito y tambor! Fiesta Grande de Chiapa de Corzo


Antecedentes.
También llamada Fiesta Grande, tiene lugar cada año del 4 al 23 de enero, es la fiesta anual más grande de Chiapa de Corzo, además de que en 2010 la figura del Parachico así como las festividades, fueron reconocidas por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, pero ahora veamos qué hay detrás de esta fiesta y su danza desde luego.

     La historia de esta fiesta se remonta al Siglo XVIII, con la leyenda de doña María Angulo, mujer española que arribó al pueblo de Chiapa de la Gran Corona, quien buscaba a un curandero que pudiera ayudar a su hijo pequeño, el cual se encontraba muy enfermo, tuvo éxito y el curandero logró que su hijo se aliviara, gracias a que lo llevó a las aguas curativas de Cumbujuyú, que se encuentra a orillas del Río Grijalva.

     Como muestra de su agradecimiento según la leyenda, María Angulo abasteció de alimentos al pueblo de Chiapa de Corzo durante la hambruna que tuvo lugar en 1767-1768[1]. En un acto de reciprocidad los “chiapacorceños”  se disfrazaron de españoles para entretener al pequeño hijo de la dama;  su atuendo consistía en una montera (o peluca rubia hecha de ixtle), máscara de madera las cuales figuran los rasgos de los españoles, así como sarape de lana, listones de varios colores, pantalonera de terciopelo negro con bordados de flores de colores en hilo de seda, zapatos negros de piel, una chalina bordada y una sonaja de lámina adornada con los listones de colores, indumentaria utilizada hasta la fecha.

     . El nombre proviene de esta acción, ya que precisamente estas personas se disfrazaban “para-el-chico”. Esta festividad es protagonizada por los “Parachicos” y las “Chuntas” que son hombres ataviados de mujeres representando a las mozas de doña María de Angulo.
     Un aspecto importante es que además, se hermanaron San Sebastián el Mártir,  San Antonio Abad y el Señor de Esquipulas para de esta forma conformar la fiesta más grande de Chiapa de Corzo.

     En esta celebración también se conmemoran el Combate Naval, es decir las batallas durante la conquista de 1524-1528, los datos nos dicen que el 1552, el pueblo de Chiapa pasó a depender totalmente de la Corona Española, motivo por el cual se le denominó Chiapa de la Gran Corona, Estos acontecimientos son representados a través de la pirotecnia.
La danza “Para el chico”

Se calcula que participan entre 5,000 y 6,000 danzantes, es un crisol de música, danza, comparsas, gastronomía, artesanías y ceremonias religiosas que han permanecido con el pasar de los años comenzando desde la Colonia.

     La danza comienza en las calles a manera de invitación a los habitantes del pueblo de unirse a la festividad, este recorrido termina frente a la iglesia, siempre al ritmo del son con pasos sencillos y saltos que conforme avanzan adquieren mayor grado de dificultad; la música interpretada es el Son del Parachico, seguido del Son de María de Angulo que es donde se anuncian los zapateados característicos de esta danza para terminar con el Son para recorrer las calles. La música de forma tradicional es tocada con un tamborín acompañado de una flauta de carrizo y para el Son de María de Angulo se hace acompañamiento con guitarra
.
     Es importante mencionar que no todos pueden ser parachico, se trata de un legado de generaciones, además de que hay que cubrir una serie de requisitos como cumplir mandas, llevar flores a las iglesias, entre otras cosas, se trata de una danza de carácter ritual, que a través del zapateado, las máscaras artesanales y coloridos trajes nos demuestran parte de la historia viva de Chiapa de Corzo.

Referencias
Pavía Farrera Adrián, Orígen de los Chiapeños: San Sebastián y María de Angulo, México, Editorial Cáscara de los Pensamientos, 2004, 63 p/p.
Zamarripa Castañeda Rafael, Xóchitl Medina Ortiz, Trajes de Manza Mexicana, México, UCOL, 2001, 418  p/p.
Bulero Melgar María Enriqueta, Chiapa de Corzo, México, No. 4 de Boletín, Instituto de la Artesanía Chiapaneca, s/n.



[1]Durante los años 1767 y 1768, azotó al pueblo de Chiapa una terrible plaga de langostas que entró por la cuenca del río Grande de Chiapa, la cual destruyó las siembras de maíz, frijol, trigo y legumbres, misma que provocó al año siguiente una fuerte hambruna y en 1770* una epidemia que provocó la muerte de cientos de personas y emigración a otros pueblos. De acuerdo con el censo de población de 1762 Chiapa tenía 7,218 habitantes y en el de 1778 figuraba con sólo 1,095 habitantes.”

[Relato] El Chico que amaba los atrapasueños

Frágil y solitario caminaba entre bosques oscuros y secos, sin frutos, sin verde, sin viento. Caminaba buscando algo que no sabía qué era, ni dónde iba a encontrarlo, ni de qué manera. Se quedaba atrapado en sus sueños y ahí, sus recuerdos lo hacían presa de sus miedos, lo arrinconaban en la soledad, en lo terrorífico, en lo inimaginable de su inconsciente.

Amaba creer que tejía las redes de su propio destino, que los hilos eran caminos por explorar, que los círculos eran etapas que inevitablemente cruzaría algún día y que al final del camino, las plumas colgantes le darían oportunidad de entintarlas y escribir su vida a placer…

Una noche entre la oscuridad, escuchó una voz clara, era una voz de mujer que encantaba, que arrullaba sus deseos, le susurraba -Ven…!- Aunque la voz le intrigaba profundamente, decidió ignorarla y por varias noches fue la música de sus caminatas infinitas, ambientó perfectamente su melancolía hasta volverse la esperanza de una vida que deseaba a escondidas de sí mismo.

Él conocía esa voz, su deseo la hizo propia, todo su ser la identificó como parte suya, se fue dejando envolver en la tonada, sin darse cuenta, esa voz le fue dando el amor que buscó por largo tiempo sin suerte de encontrarlo, le fue encendiendo una luz al final del túnel. En su interior esa palabra se transformó en el canto y melodía de sus días, dormía a todas horas para encontrar su melodía, para llenar el vacío que sentía sin ella.

Una mirada lo hipnotizó, la voz le dijo “sígueme y me encontrarás…”. Aún dudoso, en medio del bosque de su soledad, esperó a que su canción lo envolviera como en todos los sueños que había tenido desde que ella llegó. Se enfrascó en un baile con ritmo de locura buscando la melodía de sus sueños, la siguió atravesando veredas, pisando el tapete infinito de hojas secas hasta llegar al árbol más grande de los acres de su interior, estaba negro, seco y majestuoso; ella lo había esperado todo este tiempo debajo del árbol más grande, más tétrico, el que conducía hasta su corazón.

Al verse en la oscuridad, se sonrieron como un niño al encontrar una sorpresa en el árbol de navidad, se reconocieron suyos, propios desde siempre, se besaron como si su amor existiera desde siglos atrás, sus labios encajaban perfectos, sus manos tenían la medida perfecta, sus caricias tenían un camino ya marcado, sintieron como si sus cuerpos se hubieran estado esperando por siglos, era una atracción fatal que los llevó al abandono.

Se entregaron tanto como la vida se los permitió, se besaron tanto que su boca se secó, se tocaron tanto que las huellas de sus manos se desvanecieron, se dijeron tanto que las palabras se les terminaron; sus cuerpos fueron aprendidos a la perfección, cada borde, cada marca, cada surco de lo largo y ancho de su cuerpo, fue terreno conocido por los dedos y los labios. Entre sus cuerpos jamás hubo secretos.

La atracción fatal está, desde el principio de los tiempos, destinada a destruirse. Un mal día la voz huyó de sus sueños, le dejó desconsuelo en las redes, cada nudo se convirtió en una interrogación mortal dejada al aire, cada línea de su infinito tejido fue una promesa abandonada, ese hilo medía lo mismo que medían sus cuerpos amotinados, envueltos en hiel, sudor, obsesión y pasión. Lo nunca antes visto, lo nunca antes sentido; y es que la figura de sus cuerpos unidos no tenía principio ni fin, porque de tal manera sus almas se amaron que se fusionaban convirtiéndose en un nuevo ser.

Cuando todo acabó, cuando el bosque se hizo cenizas, se encontraron en el sueño eterno, sus miradas se aman desde tiempos remotos, sus almas se conocen en sueños de otras vidas que nunca pudieron recordar, ese amor existió antes que ellos, existe aún en aquella figura que él ama, que le llama atrapa sueños.

[Relato] Enjoy the silence


El halo de luz morada pasa rápido sobre el cementerio estampado de tu blusa, un trago helado, el espíritu del alcohol aviva la percepción de tus ojos bailando al ritmo de enjoy the silence. Depeche Mode difícilmente pasará de moda mientras en las fiestas sigan sirviendo anfetaminas, whisky barato y Salomés vengativas sigan llenando los despostillados tarros de cerveza de los mal amados. Un poeta, es decir otro mal amado, sostiene, con la finura de quien escribe sobre el torso desnudo de una amante burguesa, que en realidad no hay tales incapacitados para el amor, sino la carencia de dólares para embellecer versos, crear ficciones. Como sea, todos los hombres somos lo mismo: parias bífidos al final que pasan las lenguas de sus ojos por el contorno de sombra neón que se desprende de tu cuerpo en movimiento. Este es un mal lugar y un mal momento para pensar en poesía y dinero, pero tampoco quiero pensar en la distancia de tus pasos tránsfuga, en las puertas del subterráneo cerradas, las calles cercadas por retenes militares; mucho menos regresar al recuerdo de los grilletes en los muslos. No tengo ni un centavo en la bolsa para invitarte una creveza.     
Los segundos siguen imperceptibles detrás del ritmo de beats y guitarras, la música es un puente que te saca de este quinto piso desde el que se observa un cementerio con cruces blancas de cocaína, brillante, casi se podría afirmar que la pulcritud es la misma de un mausoleo helénico. En sus muros parece haber fiesta, como si ésta alegría etílica también los invitara al espejismo del caribe extinto. Pero no es fiesta, ¿qué, cómo diablos se puede festejar después de la matanza de los elefantes? Nada se festeja allá y el frenesí musical de ésta fiesta sigue sosteniendo un puente infranqueable entre tu delgada llama y mis palabras.
Escolopendra
Emet
Fuego
Hamartia  
A mi lengua, extremidad con el universo, le han cercenado la magia adánica, negras crisálidas escupo cuando quiero hacer escuchar, por encima de la estridencia jovial, tu nombre. No me miras, por un momento siento escamas la piel y levanto el asedio de mis ojos.
Aquí adentro, reptiles sobrevivientes apaciguados bajo una nube cargada de onirismo, allá afuera una horda de jirones humanos, más zombis que hombres, que han roto el ensueño de su televisor y se estrellan, con bríos de alce metálico, contra los muros marmóreos del Partenón dedicado a los héroes de la democracia.
¡Eso sí es una buena bacanal!
Grita un neohippie desde la ventana, confundiendo su aguardientosa voz con un solo de saxofón que tú disfrutas en tu goce solitario; trato de seguirte incapaz de leer la intención del sutil devaneo con el que te entregas a la combinación de guitarra y sax, sin que lo sepas  eres posesa de un cuento por ti narrado en el que te delatas caracol. Ni yo mismo sé cómo pasamos de Depeche Mode a Caifanes con “quisiera ser alcohol”  
¡No mames, esos cabrones se quieren aspirar a los muertos… la coca de la sagrada democracia!
Vuelvo a la ventana. Me gustaría preguntarte si alguna vez contemplaste la pintura de “Los funerales del poeta Oskar Paniza”, de George Grosz, o si en algún momento escuchaste “sinfonía para cólera  y revolución. Discurso para ratas en tres tragedias” del moderno “Kostalkolnikof”. El tumulto en el cementerio tiene mucho de ese carnaval siniestro, uno sobre otro, los zombis se agolpan mecánicamente sobre los muros, la piedra cristalizada es un crujir al chisporrotear de un fuego incontenible que se asoma en los ojos, en el aliento inerte de un solo monstruo: la masa amorfa.      
            Y ahora, aunque quisieras ver lo que aquí acontece, tendrías que recuperar el hilo de oro que nos robaron en el laberinto para volver de ese mundo que sólo tú nombras. Atrás de ti, un girasol con dorso de sirena se escapa de tu ritmo de sangre, sin querer advierto la cadencia de una música volcánica, mineral. No sé de qué mano ingrávida provienen las perlas que vienen a dar a esta porqueriza. Del árbol cae una pera que, antes de impactarse, se vuelve cascada. En un rincón cenizo del mundo sin agua, las lajas recuperan su corazón de jade.
            Sin embargo, ese sonar de caracola no proviene del silabario de tu danza. No puede, no podría ese crujir de huesos emerger de ti. Los muros de coca han sido quemados y es el asalto del hambre el que suena a tambor de guerra.
            Alucinas poemas con plumajes de quetzal y oquedades en cuevas submarinas para el sueño de las ballenas; en algún documental escuché que en geografías así descritas se había fecundado la vida.
Al mismo tiempo, las agencias de seguridad privada dan la señal de alerta a sus amos y los sepulcros de cocaína, que en realidad son bunkers revestidos con imágenes de la santa muerte tallados en marfil, se abren de par en par para que de ellos emerja el clásico desfile militar del 16 de septiembre que encabeza la virgen desnuda de Guadalupe. Los altavoces son tomados y retumban entre las ruinas de la ciudad vestida de seda. Los discursos y las ofertas celadas devoran la música, mas tú quedas suspendida de la música que emerge de ti y la promesa de una montaña estrellada convoca a los reptiles, vuelvo a sentir la piel escamada, a no perder el rastro de tu deslizar silábico, tu cuerpo.
Los tanques y los grupos antimotines toman posición para despejar el cementerio, los altavoces vomitan promesas que son respondidas por guturales voces disonantes, la indignación se inflama bajo una torre babilónica donde nadie se entiende, no nos entendemos, nos negaron el don de una lengua común, unos hablan con el hambre, otros reciclan la arenga política, muchos más sólo han venido por el oro blanco, y yo aquí, expectante, anónimo y esquivo, con un lenguaje infértil que no te alcanza “las palabras no sirven para nada. / Sólo sirve el odio, / una mano sobre un libro, / una pintura que nombra lo indecible, / una mujer con un libro entre las piernas.”[1]   
“No hay negociación posible”, afirman los altos dignatarios, “México es un país que se guía a través de las instituciones, mismas que ustedes han violado. Bajo esa amenaza, el Estado no puede más que responder con la fuerza que la ley le garantiza.” Afuera llaman a las armas, gritan “guerra”, tú enuncias “tierra” y el desierto se nos revela apenas en una duna sugerida en el pensamiento. Tus brazos, serpientes carmesís, versan sobre un eclipse y un diluvio que quedó registrado en algún muro de la extraviada Atlantida; en el cementerio alguien ha lanzado la palabra que autoriza la bengala de la muerte:
Tú dices “Mantis”…………… una ojiva destroza la primera línea enemiga
Pronuncias “Alba”…………..un destello revienta entrañas
“Miel y Junco”……………..sobre el ejército pobre llueven granadas
“Árbol de la vida”…………… la guerra es altamente lucrativa
“Secreto del viento”…………..monumento de cráneos para un dios enano
“incienso-silencio”……………. ¿La paz de los muertos?
            Humaredas de estandartes caídos se filtran por la ventana. Por estar absorto no había reparado en que han llegado más invitados. Ahora todo es absoluto silencio sólo interrumpido por hormigas inmediatamente dispuestas a reparar los muros derribados, barredoras dentadas apartan los cuerpos masacrados y algunos gritos aislados vienen a posarse sobre nuestra indiferencia alcohólica. La flora y fauna por ti nombrada, la atmósfera de lejanos soles de Mayo, se ha disuelto en la ingenuidad de tus ojos sonrientes, abiertos por fin, todo ha desaparecido en tu belleza estática de efigie recién llegada de un viaje secreto. Algo comentamos sobre el ruido de las barredoras, sobre el deber de estar ahí, con los iguales, con el pueblo; coincido y quisiera confesarte de qué vengo huyendo…
            Es una lástima que una fiesta se quede sin mezcal y sin música, algunos mal amados dan de tumbos buscando algún trago ausente de dueño; igual que afuera, en el cementerio, este quinto piso se ha impregnado de un halo de hesitación. Ya no son tus ojos ni ese puente de langostas los causantes de esta nube gris sobre la sala. En la cocina se han juntado todos. Me aparto de ti, te dejo muy cansada, entre los amigos con los que charlas en el sofá sobre esa píldora nueva que venden en el mercado negro. Voy hacia el grupo de personas que debaten con intensidad en la cocina, de paso un bocadillo…
            Pero vuelvo enseguida, las luces se apagan y sólo vuelve a quedar una beta de luz morada que bordea el cementerio de tu blusa, la música vuelve a sonar con estridencia, nuevamente Depeche Mode, ¡qué buena rola!, siempre he querido decirte que me seduce tu piel marmórea al contacto de la niebla violácea. Pero no hay tiempo, me preguntas qué pasa mientras te tomo de la mano y me miras (por fin);  mal amados y odaliscas salen despavoridos; claro está, nunca dejaré que te sentencien a los grilletes en los muslos.
            Las últimas personas en llegar a la fiesta no eran invitados, te explico antes de emprender la huida, realmente era banda que venía huyendo de la matanza en el cementerio. En el camino hacía el quinto piso, explican ellos, los policías antimotines y el escuadrón de exterminio detuvieron a unos cuantos jóvenes que portaban la insignia de #Yosoy132 con pancartas del Frente de Pueblos y del afamado Frente Oriente.  El secretario de la defensa nacional, entonces, no dudó de que el levantamiento fuese provocado por el fuego de nuestra fogata. En los noticieros declaran que agitamos a las masas y aseguran que miembros importantes de la resistencia están entre nosotros. La pista de baile se ha quedado vacía, el escuadrón de exterminio viene a la fiesta, es momento de correr.
Mas no corremos de inmediato, en silencio quedan nuestras miradas, algo quieres decirme pero ya no hay música, ni cascadas, te quedas sin magia, cercenada de tu propio lenguaje igual que yo: absurdo y perplejo con la palabra infértil que no te alcanza, “No alcanzo tu cuello, /no puedo moverme. / Siento tus ansias. Pero tú también estás muerta. / Te me deshaces de tanta fatiga, / al contacto de mi mueca. / Nos arrastramos tratando de alcanzarnos, / pero cuando llegamos al sitio donde nos esperábamos, / ya no hay sitio, / ni cuerpos, / ni amor.[2]    



















[1]Los versos de Óscar Oliva son una constante en los muros de las prisiones, la cárcel que es toda la ciudad. La poesía también está en resistencia y no es mi culpa, es el estado de sitio y la cólera concentrada que nos heredaron nuestros padres. 
[2] Cuando terminé de remontar los versos de Óscar Oliva, tenías ya minutos de haber abandonado nuestra ciudad sitiada. Es verdad, fue un mal momento para ponerme a pensar en poesía. Corro en sentido contrario a las sirenas…    

[Relato] Martín


El silbatazo inicial se lleva a cabo y el muchacho renueva su ilusión. Mira fijo la pelota con una reluciente alegría y aprieta los puños para ahogar el tembleque de sus manos. Martín pide la bola siempre, vociferando enérgicamente y con el índice derecho elevado. Corre y corre más, sin cansarse a diferencia de sus rechonchos y veteranos compañeros. Martín está en buena posición y disponible todas las veces, todas las jugadas, y cada mañana de domingo. Pero a él no le dan ni un pase; pero en Martín nadie confía ni un poco. Llega con una reconocible anticipación y con más ánimos que el resto, pero no se merece un voto. Martín jamás es candidato para cobrar penales, incluso el de los guantes lo haría primero. En ocasiones el balón pasa accidentalmente por sus intrépidos pies, pero una lluvia de desaprobaciones lo convierten en el ser más pequeño e inepto, y lo pierde, o lo cede. Martín practica rigurosamente todas las tardes, y mejora en todas, pero nadie le da una oportunidad los domingos. Si no fueran tan sólo diez además de él, no pisaría la cancha seguramente. Y Martín siempre se esfuerza, pero nadie le da ni un pase.
Martín se prometió demostrar algunas cosas mientras metía la cabeza en la camiseta blanca con hombros negros. En tiempos pasados él gozaba de cierta compasión, pero ésta murió junto con su padre y ahora Martín toma solo el autobús, y prepara sólo una maleta deportiva. Martín es el más pasivo de la familia, y el que tiene más apodos también. Más de uno entre sus primos considera que el peor jugador también es, pero se equivocan rotundamente.
Martín ya estuvo dos veces en posición de gol, pero no tuvo la pelota. Martín tiene bañadas las sienes, y sus compañeros cincuentones ampliaron su colección de disparos desviados. Martín se agita animosamente, y ensucia sus zapatos. Después de mucho de lo mismo, el árbitro anuncia que hay que descansar por un rato.
Aunque es el más fatigado, Martín llega y se sienta en la sombra antes que todos. Saca un cilindro y pretende beber, sin embargo algún amigo suyo se lo arrebata sin preocuparse por parecer descortés. Martín sonríe preguntándose si pudo tocar aunque sea una vez la bola, y no lo averigua. Todos beben de su botella y él sólo sonríe, sin parecer molesto o consternado, como es normal.
-Tengo que demostrarles, hoy tengo que hacerlo.- Susurra Martín mientras ingresa al campo, esta vez doblemente motivado, y sin haber saciado su sed en lo absoluto. De nuevo gordos y perezosos sus compañeros le niegan participar. Él corre, él lucha, él pide. Siempre un poco más fuerte. Él no puede porque los demás y él mismo creen que no tiene la capacidad. No obstante, aunque es una mañana normal, es distinta, y quizá sólo Martín lo entiende así.
Doñas con abanicos agitándose desde su mano esperan y lucen expectantes a la distancia; ninguna menciona nada acerca de Martín. El partido termina minutos después entre lamentaciones y reclamos de compañeros de equipo y el optimismo incansable de Martín. El joven ofrece voluntariamente hidratación a sus compañeros, felicitándolos por el esfuerzo realizado, aunque Martín no acostumbra hacerlo. Los mira beber y a las señoras comadrear de la manera acostumbrada. Después de dos minutos aproximadamente, todo el equipo parece dormir a escasos metros de la cancha de tierra. Las señoras ríen entre ellas sin ver a sus esposos y Martín se despide caminando hacia la parada de autobús, como siempre, sonriente y pasivo.




LD Piña

[Relato] Amor de Despedida


Estuve enredado entre esculturas secas y huecas de amor, sólo esperaba esta noche para poder morir en paz, para ser tan tuyo como pudiera y desaparecer entre las sombras del olvido. El roce de tus manos pudo accionar cualquier tipo de explosión en mi cuerpo, las chispas, el ardor, la fricción de nuestros cuerpos agotada en sudor, a eso le llamo despedirme como se debe.

Sé que será la última vez que te regocijes en mis brazos, que me digas “te amo” compadeciéndome un poco, porque yo sé que no importa cuántas veces me lo digas, nunca podrás sentirlo; puedo vivir con esa mentira en tus labios mientras lo susurras en mi oído, puedo grabar tu voz diciendo mi nombre y rebobinándola para mi, grabar también el aroma de tu piel y la textura de tu cabello cayendo sobre mi rostro, como una cortinilla de sueños húmedos.

Porque entraste en mi vida antes de entrar en mi cama y sólo yo sé de los rastros de saliva en mi piel, del camino que dejaron tus pasiones en mi espalda, de mi voz pidiendo que te quedaras para siempre y tu sonrisa perversa cuando tomaba tu cintura y juntos rodábamos en el incierto del terciopelo que envolvía nuestra piel, cubriéndote con mis ansias.

Me llevo de ti la delicadeza y los poemas, la belleza de tu cuerpo sobre el mío, la manera en la que me mirabas con esa pasión exaltada, intentando curar mis heridas, acompañándome en mis peores pesadillas, cuando entre las sombras de un bosque siempre oscuro, tu voz me guiaba hacia tus labios y sobre el árbol más espeluznante saciábamos la sed de nuestros besos y me llevabas a un universo hecho exclusivamente para nuestro amor errante.

A pesar de saber que te irías en el momento menos indicado, siempre tuve la esperanza de que fueras sólo mía, de poder llevarte a ese nido de escalofríos, donde tu piel desnuda me daba de beber y yo callaba enredado en tus brazos y tus piernas, mientras esperaba escéptico tu partida.

Llamé a tu cuerpo mi hogar, pues tu cuerpo tenía la forma exacta para hacerme olvidar mis agonías, pero sobre todo, mi miedo a la soledad. Tenías todo de mi, mujer, absolutamente todo, desde mi cuerpo frágil, hasta los más profundos pensamientos y deseos de muerte, mis píldoras, mi licor, el tabaco, mi felicidad sin máscaras sobre tus manos de guerra y ya sin defensas, decidiste matarme ¿qué te hice yo, mujer, para que te convirtieras en mi verdugo? Sólo supe amarte, y eso hago aún en este lecho de muerte disfrazado de tu cuerpo, mi última morada.

Debo decir que eres el mejor de mis recuerdos, el más vívido, el más nítido y el más doloroso también. Adiós te digo, mujer, y gracias por regalarme esa pasión que me hizo saber lo que es vivir de verdad y dejarme llevar entre los murmullos del viento. Hasta nunca, amada mía.

[Secretos de Alcoba] Entre alcohólicos, pecadores y literatos. [2]


Lo que verán a continuación es una carta arrugada y sucia que fue encontrada en el centro histórico, tirada en una calle oscura y de dudosa reputación. Según la afirmación de una psicóloga famosa (cuyo nombre me reservo ya que pondría en tela de juicio mi reputación como investigadora) dice que “el amor puede procesarse de manera paralela”, es decir que es posible amar a dos personas a la vez. Pero, qué pasa cuando esto sucede…

A quien  corresponda:

Tú eres uno de mis secretos favoritos, pero  también uno de los que más me duelen, de los que me llenan de nostalgia y remordimiento, porque tú sabes que el mínimo roce de tus manos entre mis manos me puede devolver la vida y el alma, debes saber que no encuentro camino que me devuelva a la luz, que todo lo veo en claroscuro y que visto en ti, mi mundo se transforma al color carmín, es entonces cuando me regresan las ganas de vivir.

No puedo negar el dolor que llevo dentro, me arrastra hasta la tumba, cuando antes era el júbilo de verte el que me arrastraba hasta tu habitación, maldita sea mi cordura, maldita sea mil veces mi razón que no me deja hundirme en las sensaciones de mis sentidos cuando sienten que están contigo y no me dejan perderme en el universo, como en esas tempranas horas alucinándonos suspendidos en el infinito y de repente un agujero negro nos hacía caer precipitadamente sobre la desnudez de la cama. Ese es el sentido que quiero, que necesito, que tenía cuando eras mío.

Y es que la verdad que escondo es que tu cuerpo es una creación divina, hecha delicadamente a la medida para mi cuerpo, lo mismo pasa con tus labios dulces, con ese veneno que me hace viajar a donde quisieras llevarme, con esa melena engañosa que me envuelve hasta hacerme presa de tu placer, eso es lo que pasa, que tus brazos me rodean en la medida perfecta, que tus ojos me miran con la mirada perfecta, que tus labios me besan con el veneno perfecto, que tus manos me tocan con el compás perfecto y en la dirección correcta, todo eres en mi, todo eres para mi, aunque todo mío no seas más.

Porque me tiene loca la manera en la que te conozco y reconozco, porque recorrí cada uno de los pliegues de tu cuerpo y me arrullé en sus latidos y sus tibiezas y bailé al compás de los latidos de tu pasión y el deseo y bailaste conmigo por tiempos inciertos, porque soy capaz de leer cada movimiento, cada mirada, cada palabra tuya, porque yo podía morder tus labios cuando lo deseabas y como lo deseabas y era ese el pretexto perfecto para no separarnos nunca, así fue hasta que el miedo invadió mi conciencia, mi libertad y mi cuerpo.

Debes saber que me duele tanto como te duele, que cuando el miedo me recorrió elegí el dolor antes que el placer, no creí poder amar de ésta manera y el dolor de la separación retomó los mismos causes, mi amor vive dividido, lo sé, estoy segura y al no resistir la idea de amarlos decidí dejarme caer al vacío, pero mi amor los sigue a ambos, los ama a ambos y no puedo detener a mi corazón por sentir lo que siente, no me arrepiento de mis pecados, soy impura como cualquier otro y lo volvería a hacer de la misma manera si viviera de nuevo...

Tú quieres amarme. Yo te ofrezco una pasión infernal y la luz de las velas ¿qué dices? Te esperaré con ansia a las nueve en mi lugar preferido.
Francesca.