jueves, 1 de agosto de 2013

[Relato] El Chico que amaba los atrapasueños

Frágil y solitario caminaba entre bosques oscuros y secos, sin frutos, sin verde, sin viento. Caminaba buscando algo que no sabía qué era, ni dónde iba a encontrarlo, ni de qué manera. Se quedaba atrapado en sus sueños y ahí, sus recuerdos lo hacían presa de sus miedos, lo arrinconaban en la soledad, en lo terrorífico, en lo inimaginable de su inconsciente.

Amaba creer que tejía las redes de su propio destino, que los hilos eran caminos por explorar, que los círculos eran etapas que inevitablemente cruzaría algún día y que al final del camino, las plumas colgantes le darían oportunidad de entintarlas y escribir su vida a placer…

Una noche entre la oscuridad, escuchó una voz clara, era una voz de mujer que encantaba, que arrullaba sus deseos, le susurraba -Ven…!- Aunque la voz le intrigaba profundamente, decidió ignorarla y por varias noches fue la música de sus caminatas infinitas, ambientó perfectamente su melancolía hasta volverse la esperanza de una vida que deseaba a escondidas de sí mismo.

Él conocía esa voz, su deseo la hizo propia, todo su ser la identificó como parte suya, se fue dejando envolver en la tonada, sin darse cuenta, esa voz le fue dando el amor que buscó por largo tiempo sin suerte de encontrarlo, le fue encendiendo una luz al final del túnel. En su interior esa palabra se transformó en el canto y melodía de sus días, dormía a todas horas para encontrar su melodía, para llenar el vacío que sentía sin ella.

Una mirada lo hipnotizó, la voz le dijo “sígueme y me encontrarás…”. Aún dudoso, en medio del bosque de su soledad, esperó a que su canción lo envolviera como en todos los sueños que había tenido desde que ella llegó. Se enfrascó en un baile con ritmo de locura buscando la melodía de sus sueños, la siguió atravesando veredas, pisando el tapete infinito de hojas secas hasta llegar al árbol más grande de los acres de su interior, estaba negro, seco y majestuoso; ella lo había esperado todo este tiempo debajo del árbol más grande, más tétrico, el que conducía hasta su corazón.

Al verse en la oscuridad, se sonrieron como un niño al encontrar una sorpresa en el árbol de navidad, se reconocieron suyos, propios desde siempre, se besaron como si su amor existiera desde siglos atrás, sus labios encajaban perfectos, sus manos tenían la medida perfecta, sus caricias tenían un camino ya marcado, sintieron como si sus cuerpos se hubieran estado esperando por siglos, era una atracción fatal que los llevó al abandono.

Se entregaron tanto como la vida se los permitió, se besaron tanto que su boca se secó, se tocaron tanto que las huellas de sus manos se desvanecieron, se dijeron tanto que las palabras se les terminaron; sus cuerpos fueron aprendidos a la perfección, cada borde, cada marca, cada surco de lo largo y ancho de su cuerpo, fue terreno conocido por los dedos y los labios. Entre sus cuerpos jamás hubo secretos.

La atracción fatal está, desde el principio de los tiempos, destinada a destruirse. Un mal día la voz huyó de sus sueños, le dejó desconsuelo en las redes, cada nudo se convirtió en una interrogación mortal dejada al aire, cada línea de su infinito tejido fue una promesa abandonada, ese hilo medía lo mismo que medían sus cuerpos amotinados, envueltos en hiel, sudor, obsesión y pasión. Lo nunca antes visto, lo nunca antes sentido; y es que la figura de sus cuerpos unidos no tenía principio ni fin, porque de tal manera sus almas se amaron que se fusionaban convirtiéndose en un nuevo ser.

Cuando todo acabó, cuando el bosque se hizo cenizas, se encontraron en el sueño eterno, sus miradas se aman desde tiempos remotos, sus almas se conocen en sueños de otras vidas que nunca pudieron recordar, ese amor existió antes que ellos, existe aún en aquella figura que él ama, que le llama atrapa sueños.

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