Siento vértigo al mirar el cielo,
¿Será que me da pánico llegar a lo divino?
O será, más bien, que me siento más seguro
De caer al piso, de besar el suelo;
Por lo menos conozco lo telúrico, lo terreno,
Por eso siento miedo ante lo etéreo;
Lo desconocido, ¿Y si no existiera el paraíso eterno?
¿Y si sólo fuera un invento para mantenerme sometido?
Tanto miedo, tantas dudas,
¿Cuántas veces me aguanté las ganas de decir que todo aquello era mentira?
¡Falsedades! ¡Dios ha muerto! Y nosotros lo hemos ultimado
¿No son los templos nada más que sus sepulcros?
¿No son acaso la prueba de nuestro pulcro asesinato?
[…]
–¡Metanoia!
–¡Supercherías! –respondió una voz desde el fondo– Sé coherente en tu verborrea.
–¿Y quién te crees tú para decirme qué debo pensar?
–¡Imbécil! No tienes la menor idea de quien te está hablando.
–Por eso te pregunto quién carajos te crees –le dije bastantemente irritado.
–Si lo supieras no tendrías la osadía de cuestionarme.
–Si lo supiera, me daría por bien servido.
–Más vale que no lo sepas y se fue cabizbajo, el último de los p[r]o[f]etas.
V. Tezcaltzin es un estudiante de Historia que
sigue al pie de la letra el adagio de “músico poeta y loco…” Comparte de
Octavio Paz la idea de que nada se repite, sólo existen “rimas históricas”.
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